Alguna se empieza a hartar de oír que en estos tiempos convulsos hay que tener fe. Llevamos siglos dominadas por unas creencias impuestas sobre el temor y la ignorancia, cuya fe significa creer en algo sin entenderlo ni comprenderlo. La ausencia de información veraz o conocimiento empírico. Precisamente la fe al no basarse en lo racional, lo basa todo en la idea “creo sin preguntas ni análisis”.
La iglesia católica siempre despreció el conocimiento y promocionó la fe como prueba irrefutable del buen creyente. El caso era que no se hicieran preguntas, ni cómodas ni incómodas. Y así la hegemonía patriarcal basada en un ser fálico aseguró su reinado.
Pero más allá de esa fe que postulan las diferentes mafias religiosas, el poder de esta palabra ha llevado a la utilización masiva del vocablo en cualquier situación. Ahora hay que tener fe para salir de la crisis, si te desahucian, si te dejan sin trabajo o si te cierran el centro de salud…
A mí ya me parece que hace muchos teleberris que se ríen de nosotras a la cara. Lo hacían mientras flotábamos en la burbuja inmobiliaria y aquí sigue el pueblo pagando en carne propia la demasía de una casta política que tras robar a saco ahora pide tener fe en que esto mejorará. Pero lo peor es que ese mismo mensaje de tener fe lo comienzan a dar hasta las autodenominadas vanguardias políticas de izquierdas.
Siempre he creído que no se puede hacer decidir nada a nadie si antes no se le han dado las suficientes herramientas, metodología e información. Pero, ahora resulta que ciertas fuerzas políticas hegemónicas echan mano de la fe para tranquilizar a sus bases.
No se entiende muy bien hacía dónde vamos ni como se llegará al objetivo por este camino, pero casi nadie dice nada. Hay ya demasiados indicios de un viraje no declarado abiertamente, como para seguir apelando a la fe “partidaria”. El conocimiento es fundamental para crear una sociedad libre y responsable de su destino, y a su vez, para crear una base social formada, crítica, responsable, decidida, transparente y coherente.
La información siempre ha sido sinónimo de poder… quien tiene información tiene ventaja y puede ejercer ese poder transformándolo en una falsa y mortífera fe sobre el que no la tiene, y por ello “ha de creer” en él.
No concibo, que se espere con fe que el rumbo se enderece. Que mientras las bases sociales de esa izquierda vanguardista, reconocen que falta información y formación, sigan creyendo ciegamente en sus ejecutivas. Tienen fe en que alguien se guardan un as en la manga para sacarla en el momento y lugar precisos; no se dan cuenta, empero, que ni aunque ese as existiera, significaría que ni las bases saben de él, solo la dirección…¿Esto es asumible en nuevos tiempos para una izquierda que se reclama transformadora?.
Cualquier izquierda de un nuevo tiempo debería tener como vocación ser de organización horizontal, asamblearia y participativa, sana y formadora, empática y humanista y verdaderamente solidaria.
Cuando la izquierda va perdiendo alguno de los adjetivos enumerados arriba por motivos partidistas y logísticos, también va perdiendo su propia alma para ir transformandose en un partido tradicional al uso y terminar hipnotizada por los cantos de sirena de la burocracia y la asimilación institucional.
Es tiempo de pedir explicaciones e información. Realizar análisis propios. De pedir y acordar tiempos y espacios…de que visualicemos no desde la fe sino desde la praxis que la izquierda vasca que se reclama mayoritaria no se está volviendo dogmática y asintomática. Lo que ocurre es que somos de alma agnóstica.
Como solían decir los viejos militantes ekintzales “Primerio Patria(o mejor aún, País) y luego partido.
Gotzone Rekondo – Eusko Ekintzako kidea
